Soy como una baldosa floja, que crees que permanece inmóvil,
que está consolidada, fija, conectada, empalmada, que crees que está arraigada
a la superficie. Pero no. Todo lo contrario. Soy como una baldosa floja, que
algunos la pisan, y se sorprenden con lo que acumulaba. Soy como una baldosa
floja, que algunos no pisan, que algunos pasan por al lado, porque saben,
porque se dan cuenta, porque no quieren que los sorprenda con lo que acumulo. O
simplemente ni siquiera se dan por aludidos, o no les importa y tuvieron la
suerte (o la mala suerte) de que no los salpique.
Soy como una baldosa floja, que parece que está
perfectamente encajada en el suelo y vos la pisas, porque confiás en esa
firmeza, y resulta que te salpica con agua estancada que ocultaba. Soy como una
baldosa floja que te sorprende, que la ves adecuadamente ensamblada en la
vereda y te salpica. Te salpica con
amor, con odio, con cariño, con abrazos, con te quieros, con risas, con muchas
lágrimas, con enojos, con mal humor, con histeria, con caprichos, con orgullo,
con simpatía, con dulzura, con mimos, con gritos, con delicadeza, con mañas,
con sensibilidad, con alegría.
Soy como una baldosa floja, que la observás y pensás que
está perfecta pero no. Mirala bien. Prestale atención. Está floja. Y te puede
salpicar. Y te va a salpicar.
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